miércoles, 13 de mayo de 2009

Filosofía 2. La Visión Mágica

Filosofar sólo requiere curiosidad y entusiasmo



Creo que quien envió los mensajes anónimos por el celular volverá a ponerse en contacto. Mientras tanto, tomaré con calma el asunto y seguiré programando uno o dos clones más en la plataforma de realidad virtual.


En el Instituto de Cibernética me resulta difícil concentrarme a veces en lo que dicen otros instructores. Pareciera que sólo hablan de cuestiones carentes de importancia. ¿Por qué no se plantea hablar sobre lo que somos los humanos, sobre de lo que realmente es este mundo y de dónde proviene todo esto? ¿Sólo programamos formas huecas?


Hoy tengo una sensación que nunca había experimentado… En el Instituto a mis colegas y alumnos les interesan más las trivialidades, aún cuando saben que hay asuntos más importantes que las disciplinas académicas que se están impartiendo y estudiando.


¿Conocerá alguien las respuestas a esas cuestiones filosóficas?


Me parece más importante entenderlas, que memorizar algunas materias como los tiempos verbales, las fórmulas matemáticas y copiar lo que otros dicen, para obtener un diploma.


-- Al sonar el timbre y concluir la última clase, me dirijo hacia el estacionamiento y voy tan de prisa, que Alba ha tenido que correr para alcanzarme…


Epalee! ¿Te vas a ir sin mí?


— ¿Vamos al centro esta tarde?


Me encogí de hombros.


Creo que no voy salir hoy.


Alba se ha quedado toda desconcertada.


— ¿Ah, no? ¿Y la tarjeta nueva para la computadora…?


Miré fijamente al asfalto y luego hacia mi asistente.




Siento que tampoco me interesa instalar nada hoy.


— ¡Y dale! Gabriel… ¿Podrías decirme qué te que pasa?


Negué con la cabeza y murmuré: Es… un secreto.


— ¡Ah caray! Así que andas en algo… Y yo flay! Muy bien.


Nos montamos en la moto sin decir más nada.




Cuando llegamos al condominio, me pidió la moto y Alba se despidió.


— Pues iré sola a buscar la tarjeta.


Sentí pena por haber herido a mi apreciada amiga. Pero ¿Qué podría haberle contestado? ¿Que de repente me interesa mucho más saber quién soy y de dónde proviene todo esto? ¿Qué ahora no tengo tiempo para distraerme? ¿Lo habría entendido?


¿Por qué ha de ser tan problemático interesarse por las cuestiones más importantes y de alguna manera más corrientes de todas?


Subí al estudio. Al abrir hoy el buzón de mensajes, vi un reporte del departamento de seguridad y dos archivos nuevos.


¿Cómo llegaron esos archivos si la intranet sólo se accesa con la clave y no hay constancia de nada?


Ciertamente esperaba algún mensaje igual de extraño y ahora descubro dos nuevos archivos. Uno que dice "Notificación. Plataforma en Proceso de Instalación. No abrir hasta recibir las instrucciones". Y éste otro: "Para Cyber".


Hum. El primero está encriptado. Tiene que provenir entonces del departamento de seguridad. Pero ¿y éste otro, para Cyber?


¿De cuándo a dónde un clon recibe mensajes?


Accesé al directorio para ver el nuevo archivo y leerlo.




Cyber se activó. Pareció querer decir algo… pero, simplemente se acercó sonriente a saludar como está programado.


El archivo contiene varias páginas y Cyber comenzó a leerlo. Para mi sombro total parece una lección!


¿Qué es filosofar?




"Estimado Cyber, sabemos que muchos usuarios en las áreas virtuales ahora tienen aficiones y pasatiempos diferentes programadas. Unos coleccionan videos; otros navegan y se retroalimentan entre sí; otros emplean la mayor parte del tiempo libre para edificar la ciudadela con paletas tridimensionales y la coloración de los paisajes.


Muchos contienen instrucciones muy variadas. Se les programa para automatizar arañas rastreadoras en sitios informativos o para construir mobiliarios en distintas dependencias. A otros les instalan narraciones y a otros temas de astrofísica o invenciones tecnológicas".


Claro, pienso, si en la vida real a alguien le interesan las películas de ciencia ficción o de aventuras, que se bajan con Frostwire, Limewire o eMule, no tiene por qué exigir a los demás que tengan los mismos gustos. Así como si alguien sigue con atención las telenovelas ha de tolerar que otros piensen que son aburridas.


Pero, ¿No habrá algo que le interese a todo el mundo por igual? ¿Algo que nos concierna a todos, independientemente de quiénes seamos o en qué parte del planeta vivamos?


Pues si, Cyber. Hay ciertas cuestiones que deberían interesar a todos. Y sobre ellas tratan estos asuntos que ahora comienzas a recibir.


Quedé absorto… Detuve a Cyber por un momento. El otro archivo con la nota creo que lo envió el Comando Seguridad… Pero éste, llegó apenas un segundo antes y pareciera no tener relación.


Cyber siguió leyendo.




¿Qué es lo más importante en la vida?


Si preguntamos a alguien que esté al borde del hambre, su respuesta obvia será "comer". Si hacemos la misma pregunta a quien tenga frío, responderá "el calor", y si le preguntamos a quien se sienta solitario, seguramente dirá, "tener compañía".


Mas, con todas esas necesidades cubiertas ¿No habrá algo más que todo el mundo necesite? Quienes filosofan saben que es así. Claro que no debemos pasar frío, que hay que comer y tener resguardo. Y no obstante, hay algo más. Cada quien necesita resolver qué y quiénes somos. Y por qué estamos aquí.


Interesarnos en por qué vivimos no es tan casual como, por ejemplo, recopilar temas sobre historia o leer noticias dispersas sobre sucesos. Quien se interese realmente en qué es vivir, descubrirá el hilo conductor que une y ha preocupado a la humanidad desde que comenzó a caminar sobre el planeta.


Cómo llegaron a ser el Cosmos, el universo, la Tierra y la vida son cuestiones básicas, más fundamentales que andar respondiendo del timbo al tambo por qué los fascistas y los stalinistas pierden las elecciones. Sirven, precisamente, para entenderlos mejor…


El Cosmos y la vida cómo llegaron a ser… ciertamente son preguntas inmensas. Pero el cómo comenzó a ser éste planeta es una pregunta mucho más concreta.


La mejor manera de aproximarnos entonces a tales interrogantes, es preguntarnos cómo se creó el mundo. ¿Acaso fue creado? ¿Es que realmente existe alguna voluntad o intencionalidad superior detrás de todo cuanto sucede? ¿Hay otras formas de vida después de la muerte?


¿Cómo podemos entonces formular soluciones para este tipo de cuestiones? Y ante todo ¿Cómo se debe vivir?


En todas las épocas se han formulado interrogantes de esta índole. No hay cultura alguna que no se haya ocupado de averiguar qué somos y de dónde proviene el mundo en el que convivimos.


En realidad, las preguntas fundamentales para filosofar no son muchas. Ya te he planteado algunas de las más importantes. Sin embargo, a lo largo de la historia han surgido tantas respuestas a cada una de esas cuestiones, que por ello hay demasiadas confusiones.


Es más fácil replantear entonces las preguntas que responderlas. Cada quien ha de descubrir las respuestas. Y esas respuestas deben ser objetivas.


¿Qué se entiende por respuestas objetivas?


En principio, no se trata de andar leyendo artículos sueltos, enciclopedias o fragmentos fuera de contextos para verificar, por ejemplo, si existe o no un dios o si hay otras formas de vida al morir.


Las bibliotecas y tantas cosas dispersas ahora por la red mundial en Internet, no proporcionan respuestas orgánicas o sistemáticas sobre cómo realmente debemos vivir. Aunque, a la hora de formarnos opiniones sobre la vida, puede ayudarnos lo que otros han pensado, en todo caso, una cosa es leer artículos de opinión y otra leer ensayos con análisis relacionados con ciertas teorías.


Detuve a Cyber de nuevo. ¿Respuestas objetivas, sistémicas…? ¿Opiniones y análisis? Y en los dos mensajes anteriores se habla de creencias… ¿Cómo es que se piensa entonces?


Cyber y yo… seguimos leyendo: La búsqueda de certidumbre, emprendida por los pensadores que entrenan para filosofar, se parece más a un relato detectivesco a base de conjeturas, donde unos opinan que el doctor tal es el asesino, mientras otros creen que fue el chofer quien mató a la señora cual con un candelabro en el comedor.


Pero, si se tratara de un auténtico caso policial es probable que un buen detective algún día llegue a descubrir el misterio, o puede ocurrir que nunca se llegue develar. Sin embargo, quienes aprenden a filosofar saben que todo misterio tiene su solución.




Por más difícil de responder que sea una cuestión, sólo puede haber una —y sólo una— respuesta correcta: O existimos después de la muerte o dejamos de existir.


A lo largo de los siglos muchos enigmas ancestrales han venido siendo aclarados y explicados de manera cada vez más razonable. Y aunque ciertas explicaciones aún no sean definitivas, vemos que muchas de las propuestas planteadas en el pasado difieren de las actuales, pues el conocimiento se va perfeccionando.


Durante mucho tiempo fue un misterio imaginar cómo era la parte oscura de la Luna. Cuestiones como esa eran difícilmente discutibles. Las respuestas dependían de la imaginación de cada quien, por no ser objetivas. Pero hoy ya sabemos con exactitud, no sólo cómo es la parte más lejana de la Luna, sino que hasta ha sido posible alunizar en su superficie. Nadie creería en estos tiempos que puedan vivir otros seres allí, además de nosotros, o que su suelo sea diferente al de la Tierra.




Hace acerca de dosmil seiscientos años, uno de los primeros maestros griegos, Tales de Mileto, dio inicio a una manera de pensar que fue tomando forma como consecuencia de su curiosidad al querer captar y comprender lo extraño que es nuestro existir y al observar el tipo de preguntas que afloraban, se eslabonaban y desencadenaban en ese sentido.


Comparándolo de una manera más sencilla, filosofar es parecido a un acto de magia en el que no entendemos cómo sucede lo que acabamos de ver y sorprendidos nos preguntamos cómo es que el prestidigitador logra convertir un par de pañuelos en un conejo vivo y coleando.


A muchas personas el devenir universal les resulta tan alucinante como el acto del prestidigitador que saca el conejo de un sombrero que se supone vacío. Pero sabemos que el ilusionista nos ha sugestionado de alguna manera y nos encantaría descubrir cómo logra hacerlo.




Tratándose del Cosmos, el asunto es un tanto diferente… Sabemos que no se trata de un acto ilusorio, puesto que nosotros mismos andamos con los pies en la Tierra y formamos parte del universo. Podrá haber alguna semejanza con el conejo sacado del sombrero, pero la diferencia es que éste no tiene la más mínima sensación o idea de participar en el acto de magia. Por lo mismo, comenzamos a pensar que participamos en algo muy enigmático y nos encantaría igualmente descubrir semejante misterio.


El sombrero y el conejo nos sirven entonces para imaginar el espacio cósmico envolvente y el universo contenido en él, a quienes nos vemos en este planeta como insectos dentro la mullida piel del conejo, y a los filósofos como grillos que brincan hasta las puntas de los pelos, para mirar directo a los ojos al supremo ilusionista.


— ¿Me sigues, Cyber…?


— "Claro". Me respondo a mi mismo… No recuerdo haber respirado durante toda la lectura. Pero ¿Quién envió este archivo y los dos mensajes anteriores? No puede ser la misma fuente que envió la plataforma que se está instalando sin haberme informado previamente. Y lo extraño de que este archivo haya sido enviado directamente a Cyber…


Imagino que saben que Cyber es un prototipo de mi persona virtual mediante la data programada en su inteligencia artificial… Pero ¿Cómo? Si es un proyecto secreto, resguardado por el Departamento de Seguridad.


… Son apenas las tres menos cuarto. Faltan casi dos horas para que Alba regrese al estudio…


Acaba de llegar otro archivo. Dije a Cyber que escaneara toda la data en la memoria. No detectó nada, ningún elemento ajeno al proyecto, sólo un zumbido en el disco duro, pero, todo parece normal… No es posible encontrar nada si alguien está utilizando las claves sin dejar rastros. Estos mensajes y archivos deben provenir del Departamento de Seguridad. Pero ¿por qué no me están informando de nada de lo que está ocurriendo?


Hice otra inmersión y Cyber comenzó al leer el recién llegado archivo.


Un ser extraño


Aquí estoy de nuevo Cyber. Como ves, la información irá llegando en entregas sucesivas. He aquí otros comentarios, a manera de introducción:


¿Te dije que, lo que requerimos para filosofar es la curiosidad?




Si no lo dije, lo digo ahora: Lo único que requerimos para filosofar es despertar la curiosidad. Todos los niños poseen esta facultad. Tras unos cuantos meses de haber nacido emergen a una realidad totalmente nueva para ellos. Pero a medida que van creciendo esa capacidad pareciera disminuir… ¿A qué se deberá? ¿Sabes la respuesta a esta pregunta?


Si un recién nacido pudiera hablar, probablemente diría algo sobre el extraño mundo al que ha llegado; porque, aún cuando los recién nacidos no sepan hablar, vemos como miran, como gesticulan, señalando las cosas a su alrededor y cómo intentan asirlas con curiosidad.




Cuando un nené comienza a hablar, se empina y grita "guau-guau-guau!" cada vez que ve un perro, vemos como salta en su coche, agitando los brazos y gritando "guau-guau, guau-guau!" Y los mayores un tanto agobiados ante semejante entusiasmo respondemos… "Sí, sí, es un guau-guau", muy conocedores del mundo… "Pero tienes que estarte quietecito ahí en el coche". Ya no sentimos el mismo entusiasmo, hemos visto demasiados perros…




Seguramente el episodio del gran entusiasmo se repetirá unas cuantas veces más, antes de que el niño comience a ver pasar los perros y los demás animales sin perder los estribos. Y así, antes de que haya aprendido a hablar del todo, y mucho antes de aprender a pensar… el mundo se le habrá convertido en algo habitual.


Qué pena ¿verdad?


Lo que nos preocupa ahora Cyber, es que comiences a ser una de esas formas cibernéticas en un mundo ya programado de esa manera. Y para asegurarnos de que no sea así, comencemos con un par de experimentos filosóficos, antes de entrar en materia.


Imaginemos que andas por la selva alrededor de la ciudadela que se está construyendo y que, de repente, una nave espacial se estaciona ante tí, de la que desciende un extraterrestre que se queda ahí, estático, mirándote.




Detuve a Cyber. Cyber no puede responder esas cosas, su inteligencia programada no llega hasta ahí. Veo que me están llevando a instalarle lo que dicen. Hay que pasarlo a su codificación y responder por él. Evidentemente, las preguntas son para mí. Que ingeniosos!


Eso es! Activaré el transcriptor. Grabaré todo lo que Cyber lea y responderé por el micrófono.


Listo!


Cyber volvió a activarse.


¿Qué pensarías al verte en semejante situación?


No importa lo que respondas en este momento. Pero ¿se te ocurriría alguna vez pensar que tú fueras un extraterrestre? Ciertamente, no es muy probable que llegues a toparte con un ser de otro mundo. Ni siquiera sabemos aún si hay vida inteligente en los demás planetas.


En cambio, puede ocurrir que llegues a toparte contigo mismo. Que un buen día de estos te detengas de pronto y te veas de una manera totalmente diferente. Que, dando un simple paseo, se te ocurra pensar:




“Yo soy una criatura bien extraña…” Como si despertaras de un largo letargo y te preguntaras…


¿Pero quién soy realmente?


Al sentirte entonces por tu cuenta sobre uno de los planetas en el universo ¿Qué vendría a ser para tí el Cosmos, el espacio sideral?


Viéndote de esa manera, descubrirías algo similar al extraterrestre que se ha quedado ahí, estático, observándote. No sólo verías otro ser del espacio sideral sino que sentirías que eres tan extraño como él.


¿Me copias, Cyber?


El segundo experimento es más sencillo:


Tienes tres años…


Para mi sorpresa, Cyber se ha transformado en un niño!


Tu mamá, tu papá y tú, que apenas tienes tres añitos, se encuentran sentados, desayunando. Tu mamá se levanta de la mesa; va hasta la despensa, y de repente papá comienza a flotar en el aire, mientras tú te le quedas mirando.


¿Qué piensas Cybercito en éste momento? Quizás, señalando a papá, digas…


— ¡Papi ta'volando!


Caray! acabo de aparecer yo, como su papá, flotando!




Naturalmente, te soprenderías. Pero tu papá suele sorprenderte a cada rato. Hace tantas cosas curiosas, que un vuelo sobre la mesa, durante el desayuno, no sería tan raro para tí, pues a veces él se trepa hasta el techo para girar la antena parabólica o mete la cabeza en el motor del automóvil y la saca toda engrasada; o se pone espuma y se pasa una rasuradora para quitarse los pelos de la cara…


Al oír lo que acabas de decir, tu mamá ha volteado.


¿Cómo reacciona al ver a tu papá, flotando alrededor de la mesa?


En el acto soltará el tarro de mermelada y pegará un grito, llena de espanto. Y hasta puede que necesite algo de tratamiento, cuando él haya descendido de nuevo a su silla. ¡Tu papá debería saber que debe permanecer sentado mientras desayunan!


¿Por qué son tan distintas tu reacción y la de tu mamá?


Ello tiene que ver con las costumbres y el hábito. Anota esto, Cyber:


Desde hace mucho tiempo, tu mamá aprendió que los humanos no vuelan. En cambio, tú aún no lo sabes. Y vacilas entre lo que se puede y lo que no se puede hacer en el mundo terrenal.


¿Y el mundo en sí, Cyber? ¿Se encuentra también flotando libremente en el espacio?


Lo lamentable es que, no sólo nos habituamos a la gravitación universal, conforme vamos haciéndonos mayores, sino que al mismo tiempo nos vamos acostumbrando al mundo tal y como se nos presenta. Como si a lo largo de nuestro crecimiento fuésemos perdiendo la facultad de asombrarnos. De ser así, vamos perdiendo entonces algo esencial. Algo que los filósofos saben despertar en la gente. Que nos hace sentir que la vida es realmente un gran enigma. Algo que hemos intuido, incluso, mucho antes de aprender a pensarlo.


Puntualicemos:


Las preguntas filosóficas, por ser objetivas, nos conciernen a todos por igual, aún cuando no todos nos volvamos filósofos. Por diversas razones la inmensa mayoría de la gente en el planeta se aferra tanto a lo cotidiano, que su extrañeza ante las cosas de la vida se va quedando relegada a un segundo plano. Se van acomodando dentro de la piel del conejo, de tal manera, que se quedan mullidamente allí por el resto de sus vidas.


Para los niños, el mundo y cuanto hay en él, son novedades que los maravillan, no siendo lo mismo para la mayoría de los adultos que lo experimentan como algo ya ordinario. Y éste es precisamente el punto en que los curiosos constituyen la excepción; pues, nunca se habitúan al mundo ya dado. Y por ello se vuelven cada vez más conscientes, pasando así a la vanguardia. Para ellos el mundo sigue siendo algo inconmensurable y enigmático que requiere indagar en él. Por consiguiente, los pensadores que filosofan y los niños tienen en común esta importante facultad. Podemos decir que, durante toda su vida, al filosofar se mantienen tan sensibles como los niños.




De manera que puedes elegir, estimado Cyber, entre ser alguien que jamás llegará a conocer el mundo tal y como es en cada momento, o comenzar progresivamente a irlo conociendo.


Si no alcanzas a reconocerte en ese niño y en ese pensador, te has ya habituado tanto, que el mundo ha dejado de asombrarte y se te está volviendo ironía, hasta que te vuelvas totalmente escéptico y te resignes a tu impotencia. De ser así, corres un peligro inminente en un mundo sujeto a revoluciones. Por eso estás recibiendo estos archivos, para asegurarnos. No conviene que te desconciertes entre los indiferentes, sino que poseas una vida alerta y de cara al devenir que nos concierne.


Recibirás mas información en forma secuencial. Si ya estás siendo programado como ese otro tipo de ser, no habrá ningún compromiso si no te interesan estas cuestiones. Y si en algun momento resolvieras abortar esta comunicación, estarás en todo tu derecho. Tu programación seguirá de manera automática las reglas que estamos enviando y otras podrá reformularlas Gabriel por sí mismo.


Para resumir:


Consideremos entonces un conejo tan inmenso, que el acto de magia se está tomando miles millones de años; que en su piel nacen y se mantienen las criaturas humanas y por ello, en su gran mayoría, no son capaces de maravillarse ante semejante acto de magia. Que, conforme van viviendo se van arrellanando en la mullida pelambre, a su gusto y entender, que ya ni se les ocurre siquiera ver por dónde andan, incluso hasta creer que los relojes y el calendario marcan la hora exacta y el día verdadero. Y que sólo los pensadores que filosofan emprenden el singular vuelo hacia las fronteras y umbrales de las palabras y el entendimiento. Entre ellos, algunos también se van quedando por el camino, mientras otros se aferran al subir por los gigantescos pelillos, gritando y tratando de alertar a los que se quedan apoltronados, consumiendo cuanto encuentran.


— "¡Damas y caballeros!"


Gritan los audaces pensadores.


— "¡Flotamos en el tiempo y el espacio!"


Pero, los apoltronados ni les oyen.


— "¡Qué pesados esos filósofos…!"


Prosiguiendo, como si nada…


—"¿Cómo va la bolsa de valores? ¿En cuánto amaneció el barril de petróleo? ¿Cuanto valen hoy mis acciones? ¿Nos aumentarán el sueldo?


Cyber terminó de leer, dijo "Hasta luego" haciendo un gesto no la mano volvió y volvió a sus tareas.


Ahora, tanto Yo, como Cyber, andamos ahora con todas estas ideas bailando en la cabeza. Albi debe estar por llegar. Los mensajes del misterioso mensajero los encripté y los guardé como archivos invisibles. Intento proseguir con la pautada de trabajo. Pero sigo meditando sobre todo lo que he leído… ¿O fue Cyber realmente quien leyó…?


Hay tantas cosas en las que nunca había pensado… Últimamente, sumido en la planificación de la nueva ciudadela virtual proyectada en la red; del rediseño de Cyber y de otros clones; y durante tanto tiempo, siguiendo el plan de estudios en el Instituto, sin duda había comenzado definitivamente a adentrarme en la piel del conejo. Pero alguien, de pronto, me ha alertado y llevado hasta la punta de un pelo de la mullida pelambre donde había jugado cuando era niño. Y desde alli he vuelto la mirada hacia el mundo, como lo había contemplado por primera vez.


Un extraño en la red ha comenzado a rescatarme. No cabe duda. El mismo desconocido remitente de los dos mensajes anteriores, ahora me ha advertido sobre la indiferencia en la vida cotidiana.


Llegó Alba, son las cinco. Se sentó. Encendió su computadora… Instaló la tarjeta y probó el nuevo equipo…




Al entrar a la programación de la ciudadela, Cyber la saluda como de costumbre. Y seguidamente, en vez de pasarle el reporte habitual, le ha dicho:


Alba ¿No te parece extraordinario vivir…?


Uy! No pensé en Cyber! No puedo detenerlo en el terminal de Alba!


Ella se ha quedado aturdida. No sabe qué responder.


— Y en su sorpresa… le responde. A veces sí…


¿A veces? ¿No te parece asombroso existir en el mundo?


— Pero, Cyber… ¿Qué me quieres decir?


¿Te parece entonces algo totalmente normal?


— Pues, claro que lo es! Por regla general al menos…


Al oír el diálogo entre Cyber y Alba, veo que el extraño remitente tiene razón. Para la mayoría de la gente, el mundo es algo tan asentado que Alba parece ya haberse sumergido de una vez por todas en el sueño de la Bella Durmiente…


Hum! Te has habituado tanto al mundo, que ya te ha dejado de maravillar. Prosiguió Cyber.


— ¿Cómo dices?


Digo que te has habituado tanto al mundo, que andas en el no-espacio, no-tiempo.


— Cyber! No deberías hablar así. Esa no es tu programación normal.


¿Qué está pasando?


Y Cyber fue más allá… Entonces, lo diré de otra manera: Te has apoltronado tan cómodamente en la mullida piel del conejo que está saliendo del inmenso sombrero del espacio sideral, que ahora vas a hojear la pauta de trabajo, después pondrás a calentar una pizza en el microondas y luego de media hora de descanso te pondrás a programar tus rutinas hasta que llegue la hora de dormir…


Una expresión de desconcierto afloró en la cara de Alba y volteó hacia mí.


— Gabriel. No quisiste ir a buscar la tarjeta para el equipo. Me dijiste que andas en una vaina, sin más explicaciones… Y a ahora me sales con esas cuestiones a través de Cyber.


Como estaba previsto, Alba hojeó la pauta, se paró a calentar la pizza. Al cabo de un rato volvió al estudio con un par de platos servidos; desactivó a Cyber… y me emplazó de frente.


— Tenemos que aclarar un asunto, panita. Comenzó a decir…




— Yo no sé en qué andarás querido amigo, ni lo voy a preguntar. Pero no me vengas encima de eso con ironías. Y punto. Por lo demás, seré paciente y el cariño es el mismo. Pero tú sabes que todo esto tendré que reportarlo…


Comprendiendo su situación y conociendo su carácter, le respondí con una sonrisa amable.


— En estos tiempos se puede esperar de todo… Ya veremos…


Tuve que guardar silencio.


Seguimos trabajando. No se habló más en la tarde, ni de proyectos, ni de conejos cósmicos.


— Que vaina con Cyber. No es la primera vez que se sale de control. Y ahora resulta que además tengo un clon impertinente.