miércoles, 13 de mayo de 2009

Filosofía 1. Por el Hilo Conductor

En cierto punto algo debió surgir de… ¿nada?


Hoy es uno de esos días lluviosos del año. El regreso del instituto a la casa se me ha hecho interminable, como si viviera en los confines del mundo y la distancia entre mi vida laboral y personal creciera infinitamente.




Me gusta contemplar el paisaje; a través de la ventanilla observo las gotas de lluvia que bañan la vegetación. Es curioso ver como las plantas están tan llenas de vida en esta época del año. Cuál será la causa de que tantos kilos y kilos de verde materia vegetal empiecen a brotar, crecer y renovarse a borbotones de la tierra inanimada en cuanto las temperaturas suben y desaparecen los últimos vestigios de la lluvia…


Después de una larga jornada de trabajo leo en el periódico un artículo sobre androides. Plantea que el cerebro humano es muy parecido a un sofisticado computador. No estoy muy de acuerdo con eso. Me parece que un humano tiene que ser algo mucho más complicado que un aparato con inteligencia artificial. Aunque en algunos centros se estén desarrollando dispositivos biónicos que ya imitan muchas características del ser humano, hacer de un androide un ser realmente autónomo, pensante y con cualidades innatas humanas, se nos pierde de vista en el horizonte del conocimiento actual.


Por otro lado, la inmensa mayoría de la gente vive atrapada en viejas costumbres y tradiciones, condicionada, repitiendo los hábitos que desde su infancia se les ha inculcado para su diaria subsistencia; desde que despiertan sus rutinas están cíclicamente preestablecidas según sea su estatus, según lo culturalmente aceptado, lo apropiado para su edad, lo legal, lo moralmente correcto, lo que se espera de ellos como individuos... Sin saberlo, han sido programados como androides con precisas instrucciones de vida, sometidos a designios mercantiles, religiosos, mediáticos...


En función de esos patrones de vida prestablecidos, una minoría decide por todos las conductas a seguir: dónde comer, cómo vestir, el tipo de bienes y servicios que se han de disfrutar para ser considerado o no siquiera un individuo, una persona exitosa o socialmente aceptable, a la moda, dentro del estatus, como si realmente hubiese especies especiales.


Si tienes, eres... ¿Eres qué? ¿Una combinación de marcas impuestas, de trazas, de huellas indelebles? ¿Un androide más?




Qué interesante! Como que es más sencillo transformar un ser humano en un autómata, que convertir un androide a la condición humana.


Sonó el timbre del celular, llegó un mensaje de texto… Es sólo una pregunta:


"¿Quién eres tú?"


No sé quién lo ha enviado, ¿Es una pregunta para mí? ¡Qué extraño!!!


¿Quién soy 'eso' denominado "Yo"?


La verdad es que, si me pongo a pensarlo, no lo sé. Soy alguien, naturalmente. Aunque no me haya propuesto averiguarlo del todo, en realidad no sé quién soy y no deja de inquietarme. Mi nombre, deriva de un supuesto bautismo, un registro civil, un número en la cédula. ¡Un número más!


¿Si me llamara de otro modo? En ese caso ¿sería otra persona?


Trato de imaginar que extiendo la mano, presentándome con otro nombre, pero de nada me sirve.


— Mucho gusto! Digo ante el espejo.


Todo el tiempo es otra persona la que se presenta. El reflejo en el espejo no contesta ni con el más leve gesto. Haga lo que haga, la imagen hace exactamente lo mismo que yo. Trato de anticipármele con un veloz movimiento, pero la imagen es igual de rápida.


—¿Quién eres tú? Pregunto.


Tampoco obtengo respuesta. Mas, por un instante dudo de si he sido yo, o la imagen quien ha formulado la pregunta.




preto el índice contra la nariz reflejada en el espejo y digo:


—Tú eres yo.


Y al no recibir respuesta alguna, doy vuelta a la afirmación:


—Yo soy tú.


Vuelvo a mirarme… La verdad es que nunca he estado muy conforme con mi apariencia; a veces pienso que me ha tocado una tan rara, que me pregunto si no habré nacido de manera maltrecha. He escuchado algunas veces hablar sobre partos difíciles y me pregunto: ¿Es realmente el parto lo que decide el aspecto que uno va a tener?


¿No resulta extraño que, precisamente, ni siquiera sepa quién soy yo? ¿No es también injusto que no pueda decidir mi propio aspecto? Simplemente vine al mundo así como así. Cuando mucho, podré elegir mis amigos, pero no pude elegirme a mí mismo. Nadie decide nacer hombre o mujer. Ni siquiera tuve la oportunidad de optar ser o no ser humano, o de vivir en otro tiempo, o en otra galaxia... la Vía Láctea, hasta donde se sabe, pareciera ser la única con luz verde para tener vida, tal como la conocemos.


¿Y qué es realmente ser humano? Me pregunto.


"Mejor sigo con mis labores…" digo, como queriendo disculparme conmigo.


Tengo de repente esa extraña sensación, como si fuese una marioneta que por arte de magia cobrara vida. ¿No es extraordinario estar en el mundo y poder caminar en él, como en un cuento fantástico donde mi gato se acerca lentamente saludando?




Mi gato virtual es un animal muy vivo, desde sus blancos bigotes hasta su cola juguetona al otro extremo de su estilizado cuerpo. El también se encuentra aquí, pero obviamente no está consciente de ello, ni de la realidad virtual desde la que lo estoy mirando.


Conforme voy meditando sobre mi existencia, se me ocurre pensar que no me quedaré aquí eternamente. Ahora estoy en el mundo, pero sé que algún día voy a desaparecer... ¿Del todo…?


¿Habrá alguna forma de vida más allá de la muerte? Seguramente, mi gato también ignora por completo semejante cuestión.


¿No resulta injusto que en algún momento la vida se nos acabe?


De pie, aquí ante el espejo, reflexiono. Intento pensar intensamente en mi existencia y de esa manera olvidar que no me quedaré aquí para siempre. Pero me resulta imposible. En cuanto me concentro en el hecho de mi existencia, inmediatamente me sobreviene la idea del final de mis días. Y lo mismo ocurre a la inversa, cuando me sobreviene la fuerte sensación de que desapareceré algún día del todo, capto lo inmensamente valiosa que es la vida; como dos caras de una moneda a la que doy vueltas constantemente. Cuanto más grande y nítida veo una de ellas, más potente y transparente veo también la otra.



La vida y la muerte lucen entonces como dos fases de un mismo fenómeno. No me es posible percibir la sensación de existir, sin sentir simultáneamente la sensación paralela de que voy a morir. De la misma manera, me resulta prácticamente imposible pensar que voy a morir en algún momento, sin pensar al mismo tiempo en lo extraordinario que es la vida… Ciertamente, son como dos fases que se solapan, la una sobre la otra, en un ir y venir.


Caray! Mientras vivo muero… No había caído en semejante dialéctica… Hasta ahora no había pensado en lo valioso que es vivir al ir tomando conciencia de todo esto.


¿No es triste que la mayoría de la gente tenga que enfermar de gravedad o tener un accidente para darse cuenta de lo interesante que es vivir? ¿Por qué esperar a que les pase algo que les impacte, para entonces pasar a darse cuenta de estas cuestiones?


¿Qué es realmente el Cosmos?


Un nuevo mensaje ha llegado a mi celular. Intrigado lo leo, es otra pregunta:


"¿De dónde viene todo?"




No tengo ni la más remota idea. Será posible que nadie sepa a fondo resolver semejante ¿acertijo? ¿Acaso el mundo que percibimos proviene de algo distinto de nosotros mismos, sus humanos hacedores?


¿Pero el todo… la totalidad? La pregunta es válida. Por primera vez en mi vida pienso que no tiene justificación alguna vivir en este mundo, sin uno mismo preguntarse de dónde viene todo esto.


Los extraños mensajes me han causado una ansiedad tal, que decidí subir a mi estudio, donde suelo meterme a realizar mis tareas y a reflexionar, o si ando preocupado. Aunque hoy sólo me encuentro en medio de un desconcierto no muy usual que se diga.


Cada vez que estoy aquí sentado, enciendo mi computador y navego por la red. Me conecto con tantos sitios y mundos posibles, como si viajara por el espacio con plena libertad en una nave con visión panorámica sin fronteras, sin barreras de idiomas, de dogmas o saberes; por el vecindario virtual… como un cyber, construyendo y diseñando mi propio ser. Cyber… "Puedes llamarte así, si quieres…". Pienso.




Si me imagino todo cuanto existe, veo que no es enteramente una cosa en sí, sino un inmenso conglomerado de objetos que parecieran existir desde siempre en constante transformación.


Pero, desde el planeta Tierra, luce entonces como algo que no siempre ha existido y su origen en este sistema solar, me plantea interrogantes que se vienen respondiendo a lo largo de los siglos, cada vez con más precisión, debido a la exactitud que nuestra inteligencia demanda, venciendo y descartando a través de su historia, dudas e incertidumbres. Por ejemplo, sé concretamente que la Tierra no es sino uno más entre los millones de planetas que flotan en el inmenso espacio sideral.


¿Y el espacio sideral es algo que existe desde siempre? De ser así ¿para qué buscarle procedencia a un enlazamiento de procesos que constantemente se van abriendo y cerrando sucesivamente ¿Acaso puede el espacio haber tenido un origen? Algo dentro de mí se resiste a creer eso.


Si me ciño a la pregunta, todo lo que existe tendría entonces un comienzo… ¿no?


De igual manera puedo pensar que todo ha de tener un final. Pero, resulta que todo lo perceptible es esencialmente energía, materia universal que ni se crea ni se destruye. Lo que ocurre es que el todo está en permanente cambio: el universo de las cosas y su espacio envolvente.


Pero ¿puede el espacio estar existiendo desde siempre? Para muchos no es fácil aceptar eso.


¿Y el tiempo?


¿Alguna vez no ha existido el tiempo?


Hummm… Este enfoque del tiempo, si no estuviese profundizando como lo estoy haciendo, no lo captaría en toda esta relación… Si no hay tiempo concluye todo y no puede haber principio ni fin de nada!


Comúnmente se piensa que todas las cosas que existen tienen un comienzo en el espacio-tiempo. Intuyo entonces otro asunto. Al carecer de bordes, la totalidad del espacio-tiempo envolvente que atraviesa por todos sus poros al universo, resulta no ser una cosa en sí misma, puesto que todas las cosas forzosamente son y están delimitadas.


Por consiguiente, la noción de la totalidad envolvente… el Cosmos… no tiene plural; es la singularidad del estar intergaláctico que se expande y contrae en diferentes puntos como una respiración permanente. De hecho, ¿no son espirales expansivas e involutivas las galaxias? ¿No brillan incandescentes, formando sistemas y se apagan en millones de rocas inertes a la deriva de la gravitación cósmica?




El devenir


De modo que, vuelvo a pensar, ¿El espacio realmente surgió, en algún momento, de algo en un tiempo distinto? Si la regla básica universal es el devenir, la continuidad, el desenvolvimiento constante de innumerables procesos sucesivos, esa pregunta carece de sentido.


Además, la dimensión del espacio-tiempo sideral, al no ser el universo de las cosas que se desenvuelven en ella, es otro asunto que, si no me hubiese detenido a pensar en estas cuestiones, no llegaría a captarlo en medio de todo lo existente.


¿De dónde emerge entonces el espacio-tiempo? ¿Será acaso algo constante?


Si el espacio-tiempo brotara de algo diferente, a su vez, ese otro algo tendría que brotar de otro y éste otro de otro, y así sucesivamente, de manera evolutiva sin fin; en un vaivén, como una inconmensurable aspiración-expiración permanente. Pensarlo de un modo distinto a esta forma sería desplazar el meollo de la cuestión, desviarse de esa dialéctica obvia.




Desde otra perspectiva ¿Cómo podría el espacio surgir "en algún momento" de donde se supone no haber "nada"? ¿Es acaso posible que algo brote de lo que usualmente llamamos "la nada"? ¿Qué es realmente eso que estamos acostumbramos a creer como "la nada"?


Por definición, la palabra 'nada' es hueca. No indica referencialidad alguna y hace que mi conciencia rebote; que se devuelva de ése no-haber a éste, su auténtico ser y estar, evidente.


¿No resulta de todo eso un contrasentido tan imposible como pensar que el mundo en el cual vivimos exista desde siempre, si ya sabemos que el Sistema Solar, como sistema, tiene un origen y tendrá un final en esta galaxia que, a su vez, también desaparecerá? ¿Del todo a eso llamado "nada"?


Vuelvo a reflexionar. Las cosas tienen sus límites por los cuales las reconocemos. Pero el espacio sideral, el Cosmos, aún siendo algo singular carece de bordes; evoluciona e involuciona sin ser exactamente una cosa definida por estar en constante transformación.


Además, como evidente envase del universo, el Cosmos en su espacialidad sideral no es algo que se pueda idealizar… algo imaginario fantástico… Puesto que ya sabemos que, hasta nuestra imaginación está registrada en el sustrato iónico estructurado donde brotan las ideas: lo liminal en nuestra percepción; la energía misma, forjadora de las palabras, que nos permiten denominar y reproducir a través de fases evolutivas del entendimiento, la permanencia del espectro electro-magnético.




Al comprender así el espectro propio del entendimiento humano, capto su autonomía proveniente de nuestra oríginalidad esencial y me doy cuenta de los condicionamientos alienantes, a lo largo y ancho del mundo, difundidos por las limitadas lenguas de las proto-culturas iniciales… Que todavía abunden centros en los que se afirma que una deidad o divinidad universal fantástica sea "lo que ha creado al mundo", me parece entonces algo asombroso,


Al tratar de pensar en esa solución como alternativa obviamente mágica, vuelvo a caer en la misma interrogante… ¿Cabe aceptar que el espacio-tiempo sideral haya sido creado por una deidad desde un no-tiempo / no-espacio? O sea, ¿que la propia deidad se haya hecho, a sí misma, a partir de un no-ser / no-estar? ¿Desde lo inexistente hasta en la propia imaginería humana?


Aun cuando quisiera creer que tal divinidad pudiese haber dado origen todo esto y aquello, por más que lo afirme no puedo aceptar que se haya engendrado a sí misma, sin haber antes otra entidad desde la cual forzosamente ha debido emerger… Por el hecho de que no puede ser y no-ser simultáneamente en un vacío absoluto… el cual, por definición, tampoco existe.


Siento de nuevo que algo se rebela dentro de mí.


En definitiva quedarían dos alternativas fantásticas: que tal divinidad existe desde siempre o que jamás ha existido; correspondiendo entonces a un natural estadio como mero asunto mental, dado que las deidades, divinidades o dioses no son propiamente cosas, sino entidades ideadas por nosotros mismos, por nuestro afán de perfectibilidad permanente en nuestro quehacer. Asímismo veo entonces mi propia alma residente en mi imaginería, de cuya función me voy haciendo cada vez más consciente.


Descarto, pues, la alternativa de la creencia fácil en una deidad intemporal, al observar las cosas en su propio comienzo y fin dentro del espacio-tiempo envolvente de la totalidad del Cosmos permanente que las contiene y donde se transforman.


—¡Caray!


Vuelvo a mirar los mensajes.




"¿Quién eres tú?"


"¿De dónde viene todo?"


¡Vaya qué preguntas!


¿Y de dónde vienen estos mensajes?


Eso es igual de extraño.


¿Quién o qué ha podido arrancarme de lo cotidiano para ponerme, de repente, a observar lo que es el Cosmos envolvente y el universo de las cosas que contiene?


Esta tarde, en el transcurso de unas horas, me he topado dos preguntas y esa incógnita que me tiene de cabeza. Seguro que de alguna manera se relacionan, porque, hasta hoy creí tener una existencia ya definida, como pareciera tenerla cualquier mortal.


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Nota:


Damos inicio a una serie de trancripciones de un texto básico (Sophie's verden de J. Gaarder) para la comprensión filosófica del lector. Nuestro trabajo consiste en: 1. editar una versión libre y corregida al español, 2. adaptar la ficción para no plagiar la obra literaria, ampliando la historia de la Filosofía, 3. iniciar la cyberfilosofía en el ambiente del hypertexto y sus recursos audiovisuales, 4. con la finalidad de ampliar el analisis revolucionario de la ideología.